Comenzamos mayo con la historia de Gaby y Lucía, artista de la sede Olivos. Un camino lleno de amor y empuje.
Hola, mi nombre es María Gabriela, y soy la mamá de Lucía, ¡Luchi, como la llaman sus profes! Ella cumplió en marzo, 24 años. Es mi tercera hija, ¡un sol, que llegó a mi vida!
Cuando nació, el médico enseguida me la mostró y su hermosura, una gordita preciosa, me llenó de emoción y ternura. Su condición, Síndrome de Down, pasó de largo, ya que estaba muy enferma. Su corazón estaba demasiado dañado y su pronóstico médico no era bueno. Como es una gran luchadora, con una fuerza y unas ganas de vivir tremendas, ¡lo logró!
Tuvo muchas internaciones en el Hospital Garrahan, hasta que, a los siete meses fue operada. Rezamos infinidad de veces para que se quedara con nosotros. No me imaginaba la vida sin ella.
La siguiente etapa fue su desarrollo cognitivo, del cual, yo no tenía ni la menor idea de nada. Comencé a leer por internet, que no lo recomiendo, porque es bastante desfavorable. Visité ASDRA, en una reunión de “padres nuevos”, pero todos estaban muy tristes y no quería encarar la vida de esa manera, luego de haber pasado su enfermedad. Estaba concentrada en que “todos saliéramos adelante y ser muy felices”. Yo tenía 35 años y no tenía pareja.
Lucía todo lo hacía perfecto, que me parecía mentira lo que escuchaba y leía sobre el Síndrome. Comenzó estimulación temprana un poco más tarde, aunque ya caminaba, controlaba esfínteres, y todo estaba muy bien, muy rápido.

Viviendo en Florida, la anoté (previa observación muy minuciosa por parte de la directora de jardín), en el colegio La Salle, salita de cuatro, hasta quinto grado. ¡Académicamente aprendió un montón! A escribir y leer sin ningún problema. Varios años, también realizó danza clásica, y natación, todo integrado. ¡Un placer verla!
El gran problema fue su sociabilización en el colegio. Ya desde jardín mostraba enojos ante situaciones que se presentaban con sus compañeros o señoritas. Yo también veía la discriminación y era ella la que estaba en ese lugar, poniendo su cuerpito. Por ejemplo, no invitarla a un cumpleaños, participar de lo cotidiano, comentarios, actitudes, burlas, etc. Y a ella no se le escapaba nada. Reaccionaba pésimo. La estaba pasando realmente mal. Y yo también. Me dí cuenta de que Lucía necesitaba un cambio inmediatamente, a pesar de que todos me decían lo contrario. Por suerte, tomé la decisión acertada: ¡borrón y cuenta nueva! Con Luli no hubo manera de continuar…Busqué, durante meses, un colegio con pares. Encontré Armonía, que la ayudó muchísimo, y sus maravillosas profesionales, la sacaron adelante. Lucía me dijo antes de entrar, “gracias mamá”, ¡no me olvido más!
En el secundario, la cambié al CFI Lucero del Alba, porque había más alumnos. ¡Todo maravilloso! El año pasado, 2022, terminó muy feliz.
Realizó un curso de Huertera orgánica del INTA, se recibió y está trabajando en Puerto Libre, San Isidro. ¡Le encanta! Vegana a full, por decisión personal, ya que me ocupé de enseñarle el origen de los alimentos y vivimos con seis perritos rescatados. Participa en Las Ilusiones, sede Olivos, desde el 2019, en teatro, teatro musical y danza, ¡feliz porque le encanta el arte!

Lucía es un derroche de amor y pasión en todo lo que emprende. Ama profundamente a sus dos hermanos, Sergio y Nahuel y, recíprocamente, los tres están pendientes de sus vidas. Todos los días se comunican porque ya no viven con nosotras. Su gran dolor, fue la pérdida de su abuela, desde hace un año, pero demuestra una fortaleza, que me sostiene a mí y me sirve de ejemplo todos los días.
Le agradezco a la vida, al universo, poder compartir mi vida con ella. ¡Somos muy afortunados!
Gracias Gaby por compartir tu historia.