Por Agostina Fischietti
En estos tiempos tan peculiares de confinamiento preventivo y obligatorio sentarse a escribir consejos y recomendaciones puede ser pretencioso cuando llevamos más de 100 días de la misma forma. Y por ende saber por dónde arrancar puede ser un camino incierto.
Sin embargo, la recomendación es humilde y honesta, como artista y docente; una oportunidad para conectarse con la MÚSICA. Sí, evidentemente hemos escuchado música en estos tiempos, imposible no hacerlo. Pero en este caso, la invitación va más allá del hecho de tener a la música por compañera, acompasando y amenizando nuestros momentos, o cómo válvula de escape para sublimar nuestra emocionalidad. Es una invitación certera a habitar la música, como elemento de desarrollo cognitivo y corporal. ¿Cómo? Bien, comenzando por lo primordial y más instintivo: el ritmo.
Les propongo en casa, elegir una canción, del género que más le guste (es más, cada cual puede elegir la propia, acorde a su preferencia, e ir trabajando sobre cada uno de éstos temas) y parados todos, comenzar a sentir el pulso interno de esa melodía. En principio puede traducirse en movimientos diversos, libres, tímidos, con vergüenza. Pero con el correr de la canción, propónganse abordarla con un aplauso, el que sientan como “tempo” motor, intentando todos acompasarse y unirse en el ese batir de palmas, por supuesto permitiendo que el cuerpo acompañe este impulso. Habiliten la posibilidad de encontrarse dentro de ese pulso de manera grupal, hasta construir un “todo” único.

Posteriormente (y tal vez sea necesario repetir la canción), uno de los miembros del grupo, puede probar dividir con una marcha de los pies, el pulso que los demás aun sostienen con las palmas; es decir que quepan dos pisadas en el tiempo entre cada aplauso. Componiendo entonces un equilibrio rítmico matizado y de alternancia sonora. Y repitan ese proceso de incorporación y sostén global. Como última sugerencia, un tercer miembro, puede independizarse del grupo, buscar un vaso plástico, y sobre una superficie comenzar a percutir el pulso doble del que llevan las palmas; es decir un golpe de vaso cada dos de palmas.
Luego, pueden sostenerlo, jugarlo e invertir roles hasta hallarse cómodos, sonando con fluidez, y hasta probarlo con distintas canciones y géneros. Es común perderse y empalmarse con lo que está percutiendo el otro, y es parte también del aprendizaje; por eso se requiere mucha concentración de las partes para construir el ensamble. Es la unión del todo la que le aporta riqueza al conjunto.
De esta manera, estaremos incorporando nociones rítmicas de forma lúdica. ¿Y para qué sirve el ritmo? No sólo para compartir un buen momento en familia en estos tiempos, sino también para trabajar sobre el registro y control corporal, para estimular la precisión, y el desarrollo auditivo fino, y contribuir a la motricidad y a la noción espacial. Ponerle “cuerpo” al ritmo es una manera de incorporar lo musical, de manera clara, placentera y divertida.
¡Vamos, a animarse en casa!
gracias por la propuesta, estos días lo vamos a poner en practica.
Gracias por tu aporte